Es una sensación desagradable en los dientes y encías, que genera un rechazo involuntario. Y por extensión, se trata de una reacción ante un estímulo negativo de cualquier tipo, ya sea auditivo o táctil. También es posible que se provoque solamente con el recuerdo de la sensación dentera.
También se la denomina grima, cósica, repelús o yuyu. La palabra tiricia, tirisia o tericia es una deformación popular y errónea de la palabra ictericia; que se usa mucho en la zona del Sureste de España (Murcia, Alicante y Albacete).
No hay ninguna teoría sólida sobre el origen biológico de la
dentera. Pero si se sabe que está regulada por una parte del sistema nervioso
autónomo o vegetativo. Que controla reacciones involuntarias como son la
respiración, la circulación, la digestión o el miedo.
Ejemplos de ello serían: el chirriar de una tiza o de las uñas sobre una
pizarra; el sonido de un tenedor al
rascar sobre la superficie de un plato; el
sonido chirriante al rozar corcho contra corcho para embalar; el choque de dos metales; deslizar un dedo sobre un globo inflado; el rechinar de los dientes; limarse las uñas; morder un trozo de hielo; comer alimentos agrios; chupar un metal; chupar un limón; oír crujir los huesos especialmente de los
dedos; tocar la piel del melocotón; el roce entre dos telas; el roce de la suela del zapato contra el
suelo, ….
Lo que ocasiona que se nos ponga la piel de gallina, los
músculos se contraigan, tengamos taquicardia, los dientes hormigueen y deseemos
huir del foco del sonido desagradable.
Es muy importante el entorno en el que se da dentera, ya que
la sensación desagradable que ocasiona es diferente si nos encontramos
tranquilos, que cuando estamos con niveles de estrés muy elevados, donde
prácticamente no notaremos sus efectos.
Se piensa que tiene un origen primitivo o heredado de
nuestros ancestros; ya que los seres humanos prehistóricos emitían señales de
sonidos chirriantes como señal de alarma. Es una sensación humana de la que
nadie está ajeno; no hay nadie inmune a la dentera, al ser gestionado por el
sistema nervioso autónomo. Aunque hay unas personas más sensibles que otras, ya
que es una experiencia emocional que puede ser influenciada por el pensamiento.
Estos sonidos desagradables son molestos por ser muy agudos
(de ondas de alta frecuencia; los sonidos que provocan el rechazo visceral se
encuentran entre los 2 y 4 KHz). Teniendo en cuenta que a partir de una
determinada frecuencia e intensidad los sonidos nos resultan molestos e incluso
dolorosos, por lo que el cerebro provoca una reacción de huida. El oído humano
puede escuchar un rango determinado de frecuencias, entre los 20 y 20.000 Hz.
La teoría más aceptada es la propuesta por la Universidad de
Newcastle en la cual el sonido desagradable es procesado en la corteza auditiva
y en la amígdala (la cual está relacionada con las emociones). Tras escanear el
cerebro de 13 personas expuestas a diferentes sonidos. Descubriendo que cuanto
más agradables eran los sonidos más se activaba la amígdala, la cual se puede
considerar como una especie de “centinela”, desatando una respuesta emocional
muy intensa. Y a continuación se activaba la corteza auditiva, para realizar un
análisis más profundo de los sonidos, lo cual hacía que el sonido se percibiera
de forma aún más penetrante y se intensificará la reacción emocional.
Cuando escuchamos música, se provocan sonidos armónicos, que
nos evocan sensaciones agradables y que son los deseados por nuestro cerebro.
Pero estos sonidos, lo mismo que los desagradables (dentera), son capaces de
erizarnos los pelos de la piel y de ponernos la piel de gallina, pero en el mal
sentido.
HARRANTZ.
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